Cuando otros dicen ser nosotros: ¿cómo se combate la suplantación en redes?

2/21/2022
Cuando otros dicen ser nosotros: ¿cómo se combate la suplantación en redes?

Para cualquier usuario de redes sociales esta escena debe ser familiar: con la idea de ver el perfil de alguien –un cantante, un político, un creador de contenido–, escribimos su nombre en el buscador y tras dar enter la pantalla se llena de cuentas con imágenes de esas personas, con nombres similares o idénticos al de quien queremos encontrar. De repente, la búsqueda parece un juego de concentración: ¿cuál es el perfil auténtico y cuál es falso? En ocasiones, el chulo azul de la verificación salta a la vista para despejarnos las dudas. En otras, hace falta un ojo más agudo para dar con la persona que buscamos. 

Las plataformas tienen políticas para sancionar a quien se haga pasar por otro o cree páginas para representar falsamente a una marca u organización. Por supuesto, esta clase de prácticas puede estar asociada a delitos. Entre otras cosas que las normas de suplantación se proponen evitar, están las estafas, la tergiversación de opiniones políticas –cuando alguien se apropia de la identidad de un candidato, por ejemplo–, o atajar a los delincuentes sexuales que se valgan de otro nombre o apariencia para abordar a sus víctimas. 

No se necesita tener miles de seguidores ni ser una figura pública para caer en manos de los suplantadores. En diciembre del año pasado, CNBC informó que Bob Kurkjan, un militar estadounidense, había encontrado cerca de 40 cuentas de Instagram con sus fotos y con mínimas variaciones de su nombre. Por las descripciones, era evidente que esos clones digitales se estaban usando para estafar. La situación, ya un poco perturbadora, empeoró un día que Kurkjan quiso entrar a su cuenta y descubrió que la habían bloqueado. Para recuperarla, tuvo que enviar una imagen de su pasaporte para que Instagram comprobara su identidad.

Cuando descubrimos que alguien está suplantando a otra persona o a nosotros mismos, podemos seguir el proceso dispuesto por las plataformas para denunciar las cuentas, que suele encontrarse en el menú de los tres puntos que aparecen en los perfiles. A diferencia de otras normas, como las de desnudos o discurso de odio, donde las infracciones se detectan con sistemas automatizados, la suplantación depende más bien del reporte de los usuarios. Pero esto no significa que compartir la cuenta para que otros la reporten –como ocurre con tanta frecuencia– sirva para agilizar el proceso de revisión del perfil denunciado.

En todo caso, crear una cuenta con el nombre o con las fotos de otra persona no siempre está prohibido. En Twitter, por ejemplo, se permiten las cuentas de parodia, de publicación de noticias sobre alguien, o de admiradores, que la mayoría de las veces se valen de nombres similares y de imágenes para informar o para burlarse o apoyar a una figura pública. Para evitar sanciones por suplantación, los administradores deben indicar en la biografía y en el nombre de la cuenta –que no es el de usuario– que no hay ningún vínculo con la persona real. Para dejar clara esta distinción, la compañía sugiere usar fórmulas como “falso”, “fan” o “comentario”. 



Facebook –que en esto se diferencia de Instagram– busca que sus usuarios se identifiquen en la plataforma de la misma forma en que lo harían en la vida real. Por eso sus políticas exigen que las personas usen el nombre con el que se les llama habitualmente y que aparezca en un documento de identidad, aunque permite los apodos si son una variación del nombre real. Estas reglas –que aplican para los perfiles, no para las páginas o grupos– son tan estrictas que incluso limitan a aquellas personas que quieran ostentar sus diplomas en su nombre de Facebook, el caso de quienes se registran como “Ingeniero Pedro Pérez” o “Doctor Juan González”, pues está prohibido incluir cualquier clase de título. Los incumplimientos a estas políticas podrían provocar desde restricciones temporales hasta suspensiones permanentes. 

Estas políticas han sido muy cuestionadas, pues afectan directamente a las personas transgénero o drag queens, quienes tendrían que registrarse con el nombre que aparece en sus documentos aunque no se identifiquen con él. El problema también afecta, entre otros, a personas que por razones de seguridad deben proteger su identidad, y que quedarían expuestas bajo estas normas.  

En todo caso, el propósito común de las normas de suplantación es el de evitar engaños y prevenir conductas delictivas. Suele creerse que la verificación de las cuentas (el chulo azul) puede ayudar a mitigar este problema –de hecho, las plataformas la presentan como una forma de garantizar la autenticidad de una figura pública o marca–, pero más bien se han convertido en un símbolo de estatus dentro de las redes, además de un foco de críticas para las plataformas.

En 2017, Twitter tuvo que suspender los procesos de verificación luego de haberle concedido la placa a Jason Kessler, organizador de la manifestación de extrema derecha Unite the Right. Un año antes, la plataforma también se vio en el blanco de las críticas por verificar la cuenta de Milo Tiannopoulos, un bloguero conocido por sus posiciones extremistas. Twitter terminó por retirarle el chulo azul por infringir sus normas, pero esa revocación –como lo sugirió el periodista especializado Casey Newton– podía indicar que la verificación era algo más que una simple medida para garantizar la autenticidad de una cuenta.

Más allá de eso, lo importante es diferenciar una medida que confirma la autenticidad de una cuenta de los procedimientos para combatir la suplantación, que, como vimos, recae en los usuarios que deben reportarlo. Según las cifras de Twitter, en el primer semestre de 2021 se suspendieron cerca de 200,000 cuentas por este motivo. Facebook, por su parte, informó que entre julio y septiembre de 2021 se tomaron medidas contra 1.800 millones de cuentas falsas, una categoría que incluye tanto los casos de suplantación como los de perfiles creados para gestionar actividades dañinas coordinadas.

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